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martes, 16 de agosto de 2011

Manena, estoy contigo

No sabes cuánto te entiendo, Magdalena Piñera Morel. Sé lo que duele que entren a robar a tu casa y que arrasen con todo lo que pillen.

Que ultrajen tu privacidad y que se lleven los recuerdos de toda una vida. Y, peor, saber que -en el menor tiempo posible- los reducirán por unas pocas lucas. Ni cercanas al valor comercial y sentimental que tenían.

Me pasó mientras estaba de vacaciones. Había pasado 18 días notables de mi familia, en la casa que levantamos -con mucho esfuerzo, ciertamente- para desconectarnos del mundo y encontrar un poco de tranquilidad.

En eso estábamos en el penúltimo. Fuimos a un rodeo en busca de un poco de chilenidad. Cueca, payas, cabalgata, empanadas. De vuelta, chocamos de frente con lo peor de lo nuestro: habían forzado una ventana y robaron todo lo que pudieron. El refrigerador se salvó: no cabía en la mochila o no quisieron arriesgar el lumbago.

Para hacerla corta, te cuento que se llevaron el notebook con el que trabajaba -el que ocupo ahora lo estoy pagando en cómodas cuotas mensuales- el anillo que mis viejos me regalaron cuando cumplí quince años, la gargantilla de la licenciatura, una plaquita con la insignia del Colo en oro que regaló una tía, mi reloj y el PlayStation.

Mis papás y mis tíos también cooperaron. Sólo mi ahijado cantó victoria: su consola de juegos estaba bien escondida. Con ella nos entretenemos el fin de semana.

No sabes cuánto te entiendo, Manena. Perdona la patudez, pero como comparto tu tragedia, me siento hasta cercano a ti. Tú también debiste escuchar lo que yo. Que este gobierno potenciaría a las policías, que aumentaría su dotación, que fortalecería la justicia. Que terminaría con la delincuencia. Que trabaría la "puerta giratoria".

Yo nunca les creí. Menos ahora. Y sé que tu decepción debe ser el doble que la mía. Porque confiabas en ellos. Y, sobre todo, porque quien nos mintió es tu padre. Aceptarlo debe ser terrible.

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