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martes, 28 de junio de 2011

No digan que no se los advertí

Lo recuerdo con claridad. La noche previa a la primera vuelta de las elecciones presidenciales escribí una sentida nota en la que les pedía a quienes quisieran leerme que lo pensaran dos veces antes de votar por Sebastián Piñera. La verdad, los otros candidatos no me convencían mucho y voté por el menos malo. Pero con "Don Tatán", ni a misa.

Lo he tenido un par de veces cerca. La primera marcó la distancia entre él y yo. Acompañado por un séquito de políticos de derecha, irrumpió en el café donde habitualmente veo los partidos de Colo Colo. No pagó su bebida, quizás porque nunca estuvo en sus planes más allá de que el administrador del local no lo dejara acercarse a la caja. Así, dicen, juntan la plata los ricos.

Luego, me encargué de aclararle que no era bienvenido. La razón no sólo era política. Si jugaban Colo Colo y La Serena, nada tenía que hacer ahí un hincha... de Católica. Meses después, compraría acciones de Blanco y Negro y, un par de años más tarde, posaría con la copa que ganaron los jugadores como si hubiese sudado para obtenerla. Y peor aún, con su hermano y su cuñadita farandulera. Le tiré un par de tallas y, lejos de sonreir, me miró con cara de poco amigo. De patrón de fundo. Al rato se fue. Lo justo para, al menos, salvar el empate.

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