La Noche Alba ha sido, por años, la Navidad de los colocolinos. Desde
1992, cuando se realizó por primera vez, y presentaron a Claudio Borghi y
Mario Rebollo, se ha transformado en una de las fechas más esperadas
por los seguidores del club más popular de Chile.
Era una fiesta protagonizada por colocolinos. En sus primeras versiones,
prácticamente todos lo éramos. Fue en una de ellas, por ejemplo, que
Leo Caprile reveló su verdadera pasión futbolística, después de haber
defendido a Universidad Católica en el mítico Show de Goles que conducía
Máximo Clavería.
Tampoco se necesitaba la presencia de grandes artistas ni de otros que
tampoco son grandes, pero que suenan todo el día en las radios, el
walkman o el I-Pod. Y que, para colmo, participan en celebraciones del
archirrival. Bastaba la presentación de las escuelas de fútbol -o de las
series inferiores- como antesala a la del primer equipo y a la pichanga
en que, por primera vez en la temporada, moverían las piernas los
nuevos astros.
Porque, en rigor, ése es el verdadero mérito de la "tradicional Noche
Alba", chapa que se ganó en los 21 años que suma desde su creación: Colo
Colo fue el único club del fútbol chileno que pudo llevar 60 mil
personas -y un poco más- a un entrenamiento.
La Noche Alba era, también, la oportunidad para que los colocolinos que
asistíamos todo el año a la galería -entonces de "pizarreño"- pudiéramos
conocer el resto de las localidades del estadio Monumental, que tenían
precios privativos el resto de la temporada. En las primeras versiones,
el ingreso a Rapa Nui costaba dos mil quinientos pesos, el veinte por
ciento del valor que alcanzaba para un partido de competencia. Y la
diferencia de comodidad se notaba. La sombra, en enero, tiene un valor
impagable.
Ni hablar de la danza de nombres en torno al evento. Por eso lo comparo
con la Navidad. Fueron decenas las veces en que Ricardo Rocha, Martín
Palermo o el "Muñeco" Gallardo, entre otras figuras consulares, fueron
mencionados por todos los medios de comunicación como el gran "tapado"
de la jornada. El "Guatón" Vergara se ha jactado eternamente de haber
camuflado a Emerson Pereira, disfrazado de cocinero, en un asado al que
concurrieron varios periodistas. Poco más pudo hacer, aparte de llevar a
Nelsinho Baptista en helicóptero. El resto se los descubrieron todos.
Sorpresas no había. Hoy, seguramente, tampoco. El Viejo Pascuero no
existe.