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jueves, 24 de noviembre de 2011

El profe Vega y la clase de Música

Lo que sé de Música se lo debo al profe David Vega. Lo conocí en Cuarto Básico, cuando me cambiaron de colegio. Siempre he pensado que fue el mejor profesor que tuve. Lejos, es al que más recuerdo y del que guardo los mejores recuerdos.

Hasta hoy, Vega sigue siendo un ejemplo de la verdadera vocación pedagógica. Sus clases abrían con un chiste. Todos estábamos autorizados para contar uno. Era una gran muestra de confianza y nadie sobrepasaba los límites de lo permitido. Ese trámite llevaba cinco minutos. Había que relajarse, porque el siguiente era sacar una hoja y responder un control con nota. Nadie reclamaba.

Pero cuando más disfrutaba el profe Vega era en las clases de Educación Musical, su especialidad. Su requisito inicial era que nadie podía llegar sin su flauta dulce de marca Hohner. No servía ninguna otra. A decir verdad, la diferencia de sonido con cualquier alternativa sigue siendo notoria.

Gracias al profe Vega aprendí a tocar el "Caballito Blanco". Toda una hazaña cuando recién se cumplen nueve años. El proceso continuó con una larga lista de melodías infantiles -en los cumpleaños me lucía con el Happy Birthday- y culminó, años después, con algunas piezas clásicas como la Sinfonía 40 de Mozart y otros hits populares como Yesterday, de los inmortales The Beatles, entre varios otros. Hoy intento enseñárselos a mis primos más chicos. Y hacerles entender que deben aprender a leer música. "Tocar de oído no sirve", nos decía el profe.

Con el profe Vega también aprendí a tocar guitarra. Unos valsesitos chilotes fueron las primeras lecciones. Con dos notas -LaM y MiM- para no complicarse la existencia. Me enseñó, por ejemplo, que las cuerdas debían ser bien presionadas, que luego los dedos se iban a endurecer y que bajo ellos debía pasar un lápiz. También que el rasgueo se ejecuta por la boca del instrumento. Así se le saca mejor sonido.

Un compañero de un curso mayor me enseñó "Adiós General", de Sol y Lluvia, en esos tiempos en que cantar cualquier cosa contra Pinochet podía significar la desaparición de la faz de la tierra. El profe nos pedía que bajáramos el volúmen. Nuestra gracia le podía costar la pega. Pero seguimos con Los Prisioneros y todo lo que sirviera para protestar. Si hasta a "El Africano", de Pachuco, le cambiábamos la letra: "Mami,. ¿qué será lo que quiere el Negro?: ¡Que se vaya Pinochet!".  Desde esa época que no paro.

Gracias al profe Vega, pasar Educación Musical en la Enseñanza Media fue un trámite. Mi único promedio 7. Todo lo que me pedían, ya lo había hecho. Incluso cantar. ¡Si hasta me mandaron a un concurso comunal representando a mi liceo!. Debe ser uno de mis mejores recuerdos. Hoy, cada vez que canto en algún karaoke, me acuerdo de esos primeros pasos. Jamás le faltaría el respeto a la música. Si lo hiciera, sentiría que se lo estaría faltando también al profe.

Por eso, cuando escuché que Felipe Bulnes -el ministro de las "grandes" ideas y mejores ofertones- terminaría con las horas de Educación Musical y Artística de los colegios, no pude evitar acordarme de él y de lo mucho que me sirvió su enseñanza. La aberración que quiere cometer este gobierno sólo tiene una explicación: ya se dieron cuenta de que otra cosa era con guitarra. Y, como no se la pudieron con ella, tienen que hacerla desaparecer. Yo quiero que en Chile haya muchos más profes Vega. Y que la música no pare. Jamás.



lunes, 21 de noviembre de 2011

Providencia, altura del 666

Analizar a Cristián Labbé es un contrasentido de sólo proponérselo.Cada una de sus actuaciones ofrece un nuevo elemento para concluir lo que podría provenir perfectamente de un antejuicio: el alcalde de Providencia -oh paradoja el nombre de la comuna que lidera- es un personaje siniestro. Infinitamente siniestro

Sí. Es #labbestia, como hace un tiempo lo denominaron en Twitter. En otras palabras, el coronel (R) Cristián Labbé ni siquiera resiste juicio. En su caso, se pasa directamente a la más enérgica condena.

Tan diabólico es que no me extraña que le haya surgido la idea y la necesidad de homenajear a un militar -ellos mismos dicen que la condición nunca se pierde, así que les voy a dar en el gusto- como Miguel Krassnoff, condenado por violaciones a los Derechos Humanos.

De un ex instructor de la DINA no se puede esperar otra cosa más que el desapego absoluto por la naturaleza humana. Una persona que llega a ocupar una posición ventajosa para reprimir, torturar y matar es, por definición, un desnaturalizado.

"No quiero que, en Chile, el que piensa distinto, sea aplastado", declaró el muy carerraja después de la masiva "funa" a su acto. Pues bien, le recuerdo que, desde 1973 y hasta 1989, en este país el que pensaba distinto no sólo era aplastado, sino también fusilado, degollado o quemado por los mismos a quienes Labbé rinde pleitesía, vaya saber uno a razón de qué. Basta revisar archivos, algunos libros o, si se quiere ahorrar la pega -o las horas de Historia, como se le ocurrió a algún ministro de Educación del gabinete de Piñera- ver la brillante serie Los 80. Ahí se lo dejan clarito.

"No se puede permitir que una minoría tenga de rodillas al país", agregó el muy suelto de cuerpo. No sé de qué minoría habla. La condena a su maldito homenaje fue tan mayoritaria que incluso los que ayer fueron sus aliados, pero hoy sufren de una fulminante amnesia, optaron por un dudoso silencio. Porque, en el fondo, quizás compartan la idea, pero luego calcularon que salir a apoyarla les puede costar quedar debiendo puntos en las próximas encuestas.Y eso les duele más que hacerle la desconocida a un monstruo que hoy está más cerca de convertirse en una cruel caricatura.




miércoles, 9 de noviembre de 2011

Juicio y castigo

No nos hagamos los giles. Llegar atrasado a la pega forma parte de la cultura del chileno. Que levante la mano el que nunca le ha hecho el quite a marcar tarjeta en el reloj de entrada. Y que no se esconda el que apareció cualquier lunes en la oficina al más puro estilo Canitrot: con cara de cumpleaños, gafas y saludando de lado para que no le notaran el aliento. Pasen de a uno, por favor.

Seguramente, son los mismos a quienes les bajó el ataque de moralidad y, apenas se enteraron del acto de indisciplina que protagonizaron Jorge Valdivia y cuatro invitados al bautizo de su heredero, exigieron las penas del infierno para los involucrados.Son los discípulos del padre Gatica. Ya saben por qué.

El "Mago" y sus amigotes deben recibir un castigo. Pero me apesta escuchar la petición acompañada del adjetivo "ejemplarizador". La experiencia -sobre todo en el fútbol- indica que las sanciones de esa magnitud terminan en perdonazos directamente proporcionales. Pedidos por los mismos recepcionistas del averno.

Recuerden, por ejemplo, la letra chica que contenía la sentencia posterior al Puerto Ordazo. La original decía "20 partidos internacionales de la Selección Nacional". Y debajito, la aclaración "apelables en la mitad del castigo". Un veredicto fríamente calculado: el acápite permitía el regreso oportuno del entonces volante del Al-Ain para los partidos que iniciaban el exitoso proceso que terminó con el Chile de Bielsa -como a las viudas del rosarino les gusta presumir- en el Mundial de Sudáfrica.

La frase es de otra época, pero yo pido juicio y castigo a los culpables. A diferencia de esa era aciaga en nuestra historia republicana, alzo la voz para solicitar un juicio justo y un debido proceso. No como en 2007, cuando a Valdivia, Reinaldo Navia, Jorge Vargas, Pablo Contreras, Rodrigo Tello y Alvaro Ormeño los sometieron al escarnio público y los  notificaron de una sanción después de que ni siquiera tuvieran la posibilidad de prestar declaraciones para defenderse. Al último, incluso, lo amenazaron con mantenerle la sanción si persistía en su intento de lograr justicia a través de los tribunales ordinarios.

Como aquella vez, exijo que se persigan responsabilidades a todo nivel. Para que Valdivia y su pandilla salieran de la concentración, alguien debió autorizarlos. Primero, el técnico. Y después, el jefe del técnico, un dirigente que seguramente resultará impune, tal como Mayne-Nicholls después de lo que pasó en las  tierras del comandante Chávez.

Ahora, si la conclusión es que hay que eliminarlos para siempre de la Selección, que no se nos suelte el cinturón cuando perdamos el tercer partido consecutivo, estemos a punto de perder la plata del curso de samba y exijamos de vuelta a Valdivia y sus partners porque los necesitamos para mantener la ilusión de disfrutar de una caipirinha en las arenas de Copacabana. Porque, en el fondo, somos todos cortados por la misma tijera.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Mucho más que las cosas del fútbol

Justo hace un año, Harold Mayne-Nicholls perdía la elección de la ANFP a manos de Jorge Segovia. Horas antes, Marcelo Bielsa había anunciado que dejaría la banca de la Selección Nacional si en las urnas se imponía el entonces presidente de Unión Española y propietario de la Universidad SEK, cuya figura quedó satanizada en su máxima expresión tras la partida del venerado entrenador rosarino.  De hecho, Lucifer anduvo cotizando arriendo. El infierno tenía dueño.

Subyacía en la amenaza del "Loco" la abierta diferencia de concepción respecto de cómo manejar el fútbol, devenido en negocio, y la vida, en serio peligro de transformarse en una mercancía cuyo principal valor -para algunos- parece ser el monto de la cuenta corriente. En la lista incluyan a casi todos los ilustres personajes que hoy nos gobiernan.

El recuerdo no es casual. Por esos días, se instaló en la agenda pública la discusión acerca del lucro en la educación, a propósito de la incompatibilidad de funciones del empresario español. Se cuestionaba la indesmentible relación comercial entre Unión Española y la Universidad SEK y se explicaba que la Casa de Estudios era una "corporación de derecho privado sin fines de lucro", un concepto tan internalizado por estos días que no hace falta ser erudito en Derecho para considerarlo familiar.

Hoy conversaba con un profesor universitario y, sin saber que se conmemoraba la fecha, le comentaba que, a partir de los comicios en Quilín, comencé a entender el "negociado" que había detrás de la educación. Que la expresión "sin fines de lucro" como apellido para "universidad o colegio privado" me parecía un mero tecnicismo y que hasta consideraba legítimo aspirar a obtener utilidades en ellos, como en cualquier ocupación o negocio. El problema se me genera cuando la intentan disfrazar y, más aún, cuando se transforma derechamente en usura.

A propósito del didáctico Caso Segovia entendí, además, cómo lo hacían los dueños una entidad aparentemente filantrópica -como la Universidad SEK- para burlar el sistema y obtener ganancias. Y la respuesta era simple: a través de otra -el Colegio SEK- le arrendaban inmuebles y le prestaban servicios. En buen chileno, se cambiaban groseramente la plata de bolsillo.

 La pelea por el control del balompié se perdió a manos de los empresarios. Hoy, son los dueños de la pelota quienes manejan el negocio a su regalado antojo. Si algo no les gusta, hasta podrían llevársela para la casa, cual niño taimado al que no le dejan seguir metiendo goles. Pero el partido por la educación aún no termina. Quizás queden los descuentos. Pero, en este desafío,  hay en juego mucho más que las simples "cosas del fútbol".