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jueves, 30 de junio de 2011

La ley de las compensaciones

En el fútbol, no hace falta ser abogado para memorizar y aplicar sin reparos el único artículo de la "ley de las compensaciones": si el juez sanciona un penal trucho en un área, el error se repara cometiendo el mismo yerro en la zona de castigo del área rival.

El árbitro se equivoca dos veces, pero hay en su accionar dos posibles lecturas: Es derechamente un desastre o, al menos, tiene conciencia y la sintió tan sobrecargada que se vio en la obligación de remediar el descriterio aplicando otro similar.

Aún en el peor de los casos, su actuar me parecería mucho más honesto que el de los ejecutivos de La Polar, que estafaron a miles de chilenos. Y los eligieron "bien": justo a los que menos posibildades tienen de aspirar a una legítima defensa.

A todos nos ha pasado. En otra multitienda, me cobraron un seguro de protección de identidad que nunca contraté. Reclamé, exigí la copia de la póliza para cerciorarme de una firma que claramente no sería la mía, me imaginé contratando un abogado -o recurriendo a la Corporación de Asistencia Judicial- y, obvio, me froté las manos con las ganancias que obtendría de la millonaria demanda. Resolución: no me llegó la famosa copia y, a cambio, recibí una conceptuosa carta firmada por el gerente de dicho gigante del retail, seguramente porque pensaron que su alta consideración -y la 'molestia' que se tomó al atender mi reclamo- acallaría mi molestia. Para el final, se guardaron una jugada maestra: me ofrecieron disculpas y atribuyeron el fraude a "un error". Mis deseos de ganar plata fácil se esfumaron. Sigo pagando cuotas en la misma multitienda.

Los deudores de La Polar deberían tomar un camino distinto. No soy abogado, pero el sentido común me advierte que la fórmula que les ofrecieron es otro golazo de media cancha. La empresa vuelve a cobrarles lo que debió, lo mínimo, pero no actúa en la proporción de quien metió la mno en el bolsillo de sus clientes. Un 'lanza' arriesgaría un castigo más alto y ni imaginaría obtener los réditos que implica la venta de acciones que, en un par de días, aumentaron exponencialmente su valor.

Se me ocurre que la vía de la demanda civil -multimillonaria, por cierto- sería la más justa. Con ellos cometieron un delito y alguien debe pagar. Ojalá en una cuota y con los más altos intereses. Eso sí que sería una real compensación. Como la del árbitro saquero quien, al menos, dejó el marcador igualado. La boleta que se están comiendo los clientes de La Polar sigue siendo un descaro.


miércoles, 29 de junio de 2011

Bajar las revoluciones

De a poco, este gobierno comienza a mostrar la hilacha. Así, sin anestesia, hoy intenta imponer autoridad no desde la lógica de quien se legitima, sino de quien tira la caballería encima para aplastar al que supone más débil. No es casualidad. En veinte años no se les iba a olvidar la formación que adquirieron en los anteriores diecisiete.

Eso explica que, lejos de preocuparse por darle una salida de fondo al conflicto que reactivó el movimiento estudiantil, el ministro Joaquín Lavín haya optado por la solución más "escolar" y básica que se le vino a la cabeza: mandar a los cabros de vacaciones, para que cambien las marchas por el PlayStation, las tomas por las tomateras y, en definitiva, dejen de hinchar. Menos mal que no se le ocurrió reabrirles sus famosas playas para que se relajaran. Ahí, el pastel habría tenido hasta vela.

A la vuelta, seguramente, les van a citar el apoderado o los van a obligar a escribir diez mil veces la frase "no debo protestar". O los dejarán condicionales, como quieren hacerlo con todos quienes alzamos la voz a través de las redes sociales. No descarten, tampoco, las orejas de burro para los revoltosos.

No es raro. Hace rato que quedó claro que a la administración Piñera le importa más la forma que el fondo. La chaquetita roja es, quizás, el mejor ejemplo. Los pone en la categoría de superhéroes que, desde la diferencia, solucionarán todos nuestros problemas. La salvedad es que, hasta aquí, ni siquiera son capaces de arreglar los suyos. No mandan ni entre ellos y en las encuestas hace rato que están debiendo puntos, igual que los espinilludos que, cada año, dan la hora en la PSU. Y que, por esa y otras tantas razones, hoy patalean por una educación mejor.

martes, 28 de junio de 2011

No digan que no se los advertí

Lo recuerdo con claridad. La noche previa a la primera vuelta de las elecciones presidenciales escribí una sentida nota en la que les pedía a quienes quisieran leerme que lo pensaran dos veces antes de votar por Sebastián Piñera. La verdad, los otros candidatos no me convencían mucho y voté por el menos malo. Pero con "Don Tatán", ni a misa.

Lo he tenido un par de veces cerca. La primera marcó la distancia entre él y yo. Acompañado por un séquito de políticos de derecha, irrumpió en el café donde habitualmente veo los partidos de Colo Colo. No pagó su bebida, quizás porque nunca estuvo en sus planes más allá de que el administrador del local no lo dejara acercarse a la caja. Así, dicen, juntan la plata los ricos.

Luego, me encargué de aclararle que no era bienvenido. La razón no sólo era política. Si jugaban Colo Colo y La Serena, nada tenía que hacer ahí un hincha... de Católica. Meses después, compraría acciones de Blanco y Negro y, un par de años más tarde, posaría con la copa que ganaron los jugadores como si hubiese sudado para obtenerla. Y peor aún, con su hermano y su cuñadita farandulera. Le tiré un par de tallas y, lejos de sonreir, me miró con cara de poco amigo. De patrón de fundo. Al rato se fue. Lo justo para, al menos, salvar el empate.